30/9/08

"no tendré cuerpo" (fragmento)

Escena seis

EL mismo lugar. Sin rastros de la fiesta. Los dos son los mismos aunque sus cuerpos reaccionan con la contenida tensión del que camina por un borde filoso. No se miran pero se tienen presentes. El hombre joven es, pese a su edad, un anciano ,y ella está sujeta por correas invisibles a la cama y a sus palabras.

Ella:_ Me voy
El: _ ¿Qué?
Ella: _ Me voy de aquí.
El: _ ¿Como?
El: _ Sola.
El: _¿Cuando?
Ella: _Cuando pase esta tormenta y haya dormido un poco, un poco nada más voy a preparar mi valija con ropas de invierno y con ropa de verano. Un poco de ropa nada mas, voy a pasar a despedirme de la mujer de abajo. Pero sin decirle nada, sabiendo que no la voy a ver otra vez, que ese rostro que le vea en mi última pasada será como esas fotos, esos retratos un poco tristes y mentirosos que guardan los hombres en sus billeteras para recordar un amor, un amor como un homenaje a quien sutil o brutamente despreciaron en vida.
El: _ Ajá. ¿Y después?
Ella: _¿ Después? Después... ya en la calle voy a caminar, despacio y calmada como en años no he caminado, sin pensar en minutos ni direcciones ni siquiera en el sueño o en las ganas de comer. Caminar, caminar como si estuviera detenida, con la valija a mi lado, con el vestido liviano y blanco, blanco blanquísimo como las nubes. Y dejaré que mi mirada se pose en los árboles y en el asfalto, en un nene que es llevado de la mano de alguien, en un anciano que también me mirará y con quien me saludaré amablemente como si fuéramos viejos conocidos, como si nos fuéramos a volver a ver a esa misma hora en esa misma vereda, un viejo con un bulto rugoso y redondo en el costado de su nariz como un gorrión domesticado. Un viejo pulcro sentado a la puerta de su casa sobre un banco de piedra tan viejo como su espalda. Y yo iré y vendré por esa vereda entre esos árboles adultos y las paredes de las casas tibias por el golpe del sol en otoño, llevando mi bolsa de ropa limpia y mi bolsa de compras. Compraré solo lo necesario para ese día, verduras, rojas... verdes... naranjas... y fruta, poca fruta, poquísima, que me alcanzará justo para una vez, y leche que repartiré entre los gatos de la cuadra porque no llegaré a...
El: _ A tomarla toda.
Ella: _ Sí, a tomarla toda. Todos los días a las seis de la tarde saldré a caminar, me alejaré de las casas y tomaré el camino que lleva al descampado donde guardan los caballos. Iré ahí aun los días de frío. Especialmente los días de viento, me quedaré quieta y asustada en el medio de esos cuerpos y nadie se enterará nunca de mi hazaña secreta. Únicamente unos chicos una vez me verán salir de ese montón apretado, se reirán pero también se sorprenderán de esa mujer delgadísima y casi vieja ya. Me haré amiga de los chicos, de una nenita especialmente. La madre desconfiará al principio pero ella se encaprichará en venir a visitarme y pasado algún tiempo hasta me pedirán que la cuide unas horas , como un favor. No recordaré nada de mi vida anterior, nunca volveré a llorar o desesperarme, sin embargo seré una mujer algo melancólica, una dulce pena sin nombre me invadirá como una canción que se recuerda sin ganas. Y justo, precisamente antes de entrar en mi cuarto para acostarme en esa cama blanca y fresca me descubriré en el espejo, me asombraré de la persona que habitará en esa penumbra irreal, de esos ojos inmensos y encendidos, de esa delgadez de mariposa. Alguien solitario, casi viejo ya, nos miraremos por primera vez en mucho tiempo, serán por un momento penosos los recuerdos que volverán... el abandono, la soledad y las tristezas de los que alguna vez fueron míos... pero durará muy poco esa luz sobre el pasado. Buscaré un abrigo que ponerme, ni siquiera echaré una mirada sobre la habitación cuya cama jamás volveré a tocar. Bajaré las escaleras. Quedará la puerta cerrada pero sin llave, el frío viento me golpeará la cara. Estaré confundida, ahí parada, a esa hora, como una sonámbula despierta, una tontería a medio terminar. Ningún nombre acudirá a mi cabeza. El viento me golpeará el pecho y lo tomaré así, una flor de aire entre mis manos. Una nada de carne entre los huesos. Sólo una piel en el frío. Flaquita, flaquita poca cosa sin nombres sin pasado un cuerpo apenas real en la noche. Daré unos pasos miraré las casas vecinas, ventanas duras, la calle húmeda parpadeando entre las hojas otro y otro y otro pasito de vieja de bebé de oveja de palo. Me ganará el agua entre las piernas me sentiré mareada yéndome hacia el descampado ,una vez más hacia el descampado última vez más al descampado me arrastraré por la pared del viento sideral, una araña helada agarrada al gran viento, dejare mi cara abierta al fin y me entrará el aire...
El: _ Basta.
Ella:_ el aire de más allá del mundo raspándome hollándome fina fina hasta que al final no tendré cuerpo ya y y el viento me tomara en sus fríos brazos blancos y me llevara para siempre ...
El: _Vení mi amor.
Ella: _ Me voy... me voy... me voy. vení vos.

El se para. Camina hasta la ventana. Parece que le sobrevendrá un ataque. Muecas. Un gemido. Ella levanta el rostro para mirarlo. Esta atenta. Se para. Vacila. Va hacia él que la rechaza. Ella queda tensa y detenida por unos instantes, después vuelve a acercarse y lo abraza. Se cae de rodillas. Él gira finalmente y se abrazan.
Se escucha un viento fuerte que crece. Oscurece. Durante unos minutos el sonido lo invade todo.

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